“Uruguay es un país de puertas abiertas”. “Otorga un marco de seguridad pública, jurídica y económica para todas las personas extranjeras que deseen elegir al país como destino de sus proyectos personales y económicos”. “Impulsa una política de estímulo a la inversión”.

Estos fragmentos no son slogans publicitarios, sino extractos de legislación uruguaya emitida hace menos de cinco años. Reflejan una política que consolidó al país en un refugio patrimonial y emocional para miles de familias e inversores. Mientras el mundo atravesaba pandemia, crisis políticas y vaivenes jurídicos, económicos y fiscales, Uruguay ofrecía algo escaso y valioso: estabilidad. Funcionó como un puerto seguro no solo por sus paisajes o calidad de vida, sino por su marco legal claro, su sistema tributario predecible y su vocación de atraer talento y capital sin sobresaltos.

¿Y cuál es la novedad?

En las últimas semanas, circularon versiones sobre dos posibles reformas tributarias: un impuesto a las «grandes fortunas» (similar al “impuesto a la riqueza” argentino y boliviano) y un gravamen sobre las ganancias de capital por depósitos en el exterior.

¿Pero no existen ya en Uruguay impuestos sobre los rendimientos de inversiones en el exterior?

Así es. El Impuesto a la Renta de Personas Físicas aplica en un 12% sobre los ingresos del exterior originados en intereses y dividendos. Al margen de esa imposición quedan -durante 11 años- quienes gozan del “tax holiday” que, como “regalo de bienvenida”, concede el país a nuevos residentes. También al margen de esa imposición quedan las ganancias de capital ocurridas fuera del país (ej. incrementos patrimoniales por ventas de activos), que es lo que ahora pretende gravarse.

¿E impuestos patrimoniales sobre tenencias en el exterior?

 

No. A diferencia de legislaciones vecinas, Uruguay no tiene gravámenes patrimoniales sobre activos en el exterior.

¿Y qué pasaría con quienes estén disfrutando del “tax holiday”?

 

Ante cualquier cambio en el paisaje fiscal uruguayo, lo esperable -y saludable- sería que se respetara el statu quo de los beneficios otorgados a quienes ya se encuentran bajo el régimen de “vacaciones fiscales”.  Este incentivo no fue un gesto simbólico ni una promesa informal: fue parte de una política diseñada hace ya más de trece años y luego consolidada en 2020, para atraer inversión y residencia en momentos de alta incertidumbre global.

¿Está Uruguay transitando desde una lógica de «atracción» hacia una de «mayor presión fiscal»?

Los indicios apuntan a un cambio gradual. Uruguay viene siendo un hub regional gracias a su principio de territorialidad, zonas francas y beneficios para nuevos residentes. Propuestas como las que se comentan podrían desincentivar la llegada (o permanencia) de inversores y residentes fiscales. Si los nuevos impuestos afectan activos en el exterior sin transiciones claras, podría provocarse un éxodo hacia destinos como Panamá, Paraguay, Portugal, España o Italia (entre otros), que mantienen incentivos más estables. En Argentina, cambios tributarios retroactivos generaron migraciones y litigios masivos, demostrando cómo la inestabilidad fiscal ahuyenta capital.

¿Hasta qué punto estas medidas responden a una necesidad genuina de equidad, y en qué medida obedecen a presiones externas?

La equidad tributaria es un argumento válido. Sin embargo, las presiones externas son evidentes: la OCDE y el G20 impulsan impuestos mínimos globales y renta mundial. Uruguay, enfrenta el dilema de alinearse para evitar listas negras o mantener su modelo competitivo.

¿Es posible compatibilizar una política fiscal más exigente con el objetivo de seguir siendo un hub regional de inversión y residencia patrimonial?

Sí, pero requiere equilibrio. Desde la experiencia argentina, donde el “impuesto a la riqueza” recaudó poco (menos del 1% del PBI) pero generó relocalización de capitales y de residentes, sería saludable que Uruguay implementara prácticas que -sin poner en vilo su buena relación con organismos internacionales- mantengan su atractivo como “hub”, y eviten el «footvoting» hacia jurisdicciones más estables.

¿Y entonces?

En un contexto donde muchos países endurecían sus reglas, Uruguay eligió abrir sus puertas. Lo hizo con claridad normativa, previsibilidad tributaria y una narrativa coherente: “vengan, instálense, inviertan, acá hay reglas claras”. Miles de familias y proyectos económicos respondieron a ese llamado.

Hoy, muchos de ellos vuelven a sentirse inseguros. Evalúan recalcular, replanificar, revisar estructuras fiduciarias, de inversión o incluso de residencia. Esperemos que este momento sea solo una pausa reflexiva, y no el inicio de un giro que opaque lo construido.

Milton Friedman decía que el capital fluye como el agua, buscando el camino de menor resistencia y alejándose de impuestos altos e incertidumbre. Uruguay tiene la oportunidad de seguir siendo la “Suiza de Latinoamérica”. El desafío será evitar replicar fórmulas que en otras jurisdicciones no fueron exitosas, y mantener aquello que lo hizo distinto: confianza, estabilidad y visión de largo plazo. En tiempos de turbulencia global, los países que entienden cómo fluye el capital son los que logran retenerlo.