El francés Bernard Arnault, megamillonario de la moda francesa y director ejecutivo del holding MH Louis Vuitton -con marcas como Dior, Bulgari, Tiffany, Kenzo, Hermès, Tag Heuer, y Möet & Chandon entre varias otras- tiene la mayor fortuna del mundo según el índice de Bloomberg. A fines del año pasado superó a Elon Musk y al día de hoy su fortuna es de más de 208.000 millones de dólares.

 

En estos últimos días su nombre aparece seguido en los medios. Con espléndidos 74 años, aún mantiene el timón del imperio familiar y lo hace muy bien. Pero está preocupado porque el tiempo corre y no está seguro sobre el futuro de todo eso que a él tanto le costó construir. Mira a sus cinco hijos, se pregunta cuál de ellos será el indicado para sucederlo. Arma una especie de “casting”, pero no se decide y entonces reforma una vez más los estatutos de la compañía para extender algo más su mandato y poder decidir más adelante.

 

El tema lo preocupa muchísimo, sobre todo cuando recuerda a su querido amigo Jean-Luc Lagardère, que murió repentinamente sin haber preparado adecuadamente su sucesión, lo que llevó a que sus descendientes no lograran organizarse y a que con el tiempo se licuara severamente el valor de su conglomerado empresario. A lo largo de la historia encontramos varios ejemplos similares sobre malas planificaciones familiares y ausencia de reglas claras que llevan a la evaporación de patrimonios relevantes, como el caso de la familia Vanderbilt en Estados Unidos, entre otros.

 

Al igual que en el caso de Arnault, de Lagardère o de Vanderbilt, aún a escalas más convencionales, en el día a día muchas familias (vinculadas o no con empresas familiares), se enfrentan con desafíos similares, que las llevan a plantearse o replantearse cuál es la manera más eficiente de planificar de forma inter-generacional para solucionar de antemano o evitar la aparición de situaciones que puedan menoscabar la armonía empresaria y familiar.

 

En este punto, los protocolos familiares toman un rol protagónico ya que permiten a las familias organizarse óptimamente, a la par de involucrar y educar a las generaciones más jóvenes para que gradualmente vayan adquiriendo herramientas que les permitan acompañar en un futuro el cuidado del acervo familiar.

 

Se trata de acuerdos privados entre los miembros de una familia, que tienen como objetivo establecer reglas y directrices en cuanto a la gestión de los bienes y derechos familiares. Aunque no tienen fuerza jurídica obligatoria, los protocolos familiares son valiosos porque son una herramienta de negociación y comunicación que puede evitar conflictos futuros. Además, pueden ser usados como prueba en caso de disputas legales y facilitan la continuidad familiar en la empresa al simplificar su gobernabilidad y funcionamiento para las generaciones actuales y futuras.

 

Si bien son numerosos los aspectos que incluyen los protocolos de este tipo, usualmente contienen reglas que hacen, entre otros aspectos, a:

  • la participación de la familia en la gestión de la empresa.
  • la remuneración y condiciones laborales de los familiares en la empresa, incluyendo contratación, promoción, jubilación y cese.
  • la planificación de la sucesión en la empresa.
  • los requisitos académicos y de mérito necesarios para ocupar puestos en la empresa según su responsabilidad.
  • disposiciones para facilitar el control social de la empresa familiar, como acuerdos de no agresión, restricciones en la transmisión de participaciones a terceros, compromiso de arbitraje para resolver disputas o designación de un mediador natural, etc.
  • previsiones sobre la separación de riesgos y patrimonios familiares y empresariales
  • políticas sobre distribución de dividendos mínimos y sobre reinversión
  • régimen de contratación de familiares políticos
  • objetivos benéficos y tradiciones familiares que deben mantenerse en el tiempo.
  • mecanismos de decisión o resolución de conflictos cuando más de una rama familiar tiene injerencia sobre el mismo patrimonio.
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    Para maximizar sus virtudes, es importante redactar el protocolo familiar con anticipación y revisarlo periódicamente de manera tal de eventualmente poder adaptarlo a los cambios que puedan surgir en el ámbito empresarial o familiar y también frente a los vaivenes políticos, jurídicos, tributarios y económicos. Su contenido debe ser entonces flexible y versátil.

     

    Es importante que todas las personas que puedan estar involucradas en el acuerdo familiar acepten el protocolo. El momento óptimo para acordarlo es, en la medida de lo posible, cuando se verifiquen dos variables: (i) no haya conflictos entre las partes y (ii) el fundador tenga suficiente liderazgo y lucidez para generar consenso sobre las normas que se desean establecer. También puede ser conveniente pactarlo en momentos de crecimiento empresarial (como cuando se requiere diversificación o maduración del negocio) o con la entrada de nuevos inversores que no son parte de la familia (un joint venture, fusión, etc) o la incorporación de nuevos miembros a la familia (como en el caso de un matrimonio). Además, es importante revisar el protocolo en momentos disruptivos (como en casos de divorcio, declaraciones de incapacidad o enfermedad).

     

    En definitiva, implementar este tipo de protocolos es muy valioso y muchas veces estelar, para las muchísimas familias que se preocupan por cuidar de la mejor manera el legado que recibieron o la riqueza que fueron generando y por cómo optimizar esa protección de lo que con tanto esfuerzo generaron, conservaron o incrementaron.