«Nada es seguro excepto la muerte y los impuestos», le gustaba decir a Benjamin Franklin, allá por el 1700.
Siglos después, la frase conserva plena vigencia. Por eso, y porque muchas veces ambos conceptos se ven irremediablemente unidos (hay muertes que hacen devengar impuestos, y hay impuestos que perseguirán a los herederos aún más más allá de la muerte), es que hoy dedicamos esta columna al testamento.
Son conocidos los casos de testamentos “polémicos”, como el de Pablo Picasso que detalló en el suyo no sólo como dividir su valiosa colección de obras de arte y propiedades entre sus hijos y su amante de toda la vida, Dora Maar, sino que también indicó que una parte significativa de su fortuna debía ser asignada a «Mister», su perro Dachshund. Esta tendencia de beneficiar a mascotas con sumas millonarias fue luego seguida por numerosos testadores, incluyendo a personajes como David Rockefeller, Rita Hayworth o Marlon Brando.
Más allá de estos casos pintorescos, lo cierto es que, en ausencia de estructuras de protección patrimonial más sofisticadas, contar con un testamento puede ser muy beneficioso para individuos y familias que poseen bienes en diversas jurisdicciones. Los testamentos pueden significar una herramienta que, aún con ciertas limitaciones, puede resultar útil para asegurar que los deseos del testador se cumplan de manera efectiva y eficiente, reducir conflictos y optimizar la gestión de los activos.
Entonces, un testamento sólido debiera apuntar a cubrir, entre otros, los siguientes aspectos:
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Distribución de bienes: el objetivo principal de un testamento es especificar cómo se deben distribuir los bienes y propiedades del testador después de su fallecimiento. Aquí es importante tener muy en cuenta cuál será la legislación aplicable a la eventual sucesión (especialmente en el caso de lo que en anteriores columnas llamamos “nómades fiscales”) y qué restricciones existen respecto a porcentajes “libremente disponibles”.
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Nombramiento de herederos: permite al testador designar a las personas o entidades que recibirán sus bienes, así como establecer la proporción en que cada uno recibirá, por supuesto y al igual que en el punto anterior, siempre en cumplimiento de las porciones “legitimas” que rigen en cada país.
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Designación de un albacea: ésta será la persona responsable de administrar el patrimonio del fallecido, para asegurar que se cumplan sus deseos y se gestionen adecuadamente los activos. Haciendo un paralelismo con otras estructuras de protección patrimonial, el albaceas es a un testamento lo que el “protector” es a un trust.
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Cuidado especial de seres queridos puntuales: en el caso de tener hijos menores o personas dependientes de cualquier tipo, el testamento puede designar tutores para su cuidado, para garantizar así su bienestar. Puede incluir instrucciones específicas sobre la educación, la atención médica y las necesidades emocionales de estos seres queridos, lo que se vuelve especialmente importante en situaciones donde el testador tiene intereses particulares sobre el entorno familiar o social en el que desean que crezcan sus hijos o dependientes.
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Reducción de conflictos familiares: al establecer claramente las intenciones del testador, un testamento puede ayudar a prevenir disputas y malentendidos entre los herederos, lo que además puede ser especialmente interesante en familias numerosas, familias ensambladas, familias multi-jurisdiccionales o familias con fuerte vínculo con una empresa familiar. Como siempre decimos, la paz y la armonía familiar debieran idealmente privilegiarse en cualquier estructura de planificación patrimonial.
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Filantropía: A menudo, mediante un testamento, el testador asigna legados específicos a personas, organizaciones benéficas o causas que le son significativas, creando así un impacto duradero y un propósito altruista para sus activos. Estos fines filantrópicos muchas veces también ayudan a reducir cargas impositivas a la par de, por ejemplo, ayudar a mejorar la calidad de vida de comunidades necesitadas, apoyar la investigación en áreas críticas, fomentar la educación o promover el bienestar social.
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Planificación fiscal: Un testamento bien estructurado no sólo puede ayudar a minimizar o, mejor aún, eliminar las cargas fiscales sobre la herencia, sino que también permite optimizar la distribución de los activos entre los beneficiarios asegurando que una mayor parte de los activos llegue a ellos en lugar de ser absorbida por impuestos. Además, la planificación fiscal adecuada puede incluir la creación de fideicomisos o la designación de beneficiarios específicos, lo que puede ofrecer ventajas adicionales en términos de protección de activos y gestión de impuestos a largo plazo.